¿Y ahora qué hacemos con
Izquierda Unida?. Se han obtenido los peores resultados electorales en la historia de la organización, superando incluso la debacle del
PCE-PSUC en 1982 cuando apenas se consiguieron 4 diputados. En 1982 las tensiones internas entre carrillistas y renovadores en el PCE y entre eurocomunistas y prosoviéticos en el PSUC habían mermado muy seriamente las opciones electorales y la campaña que realizó el Partido no dejó de ser casi testimonial, acuciado además por la falta de medios económicos. Sin embargo, hubo capacidad de reacción. La hecatombe de 1982 dio paso años más tarde al nacimiento de un nuevo movimiento político y social como aglutinador de diferentes sensibilidades a la izquierda del PSOE. El resultado fue Izquierda Unida así como
Iniciativa per Catalunya y
Convocatoria por Andalucía. Fue, sin duda, una apuesta estratégica necesaria y que a la postre significó la continuidad de un proyecto político que supo adaptarse a la nueva realidad social y las transformaciones ideológicas en el seno de la izquierda.
En la actualidad, Izquierda Unida sobrevive de nuevo al fragor de las disputas internas. La caída electoral no por esperada es menos dolorosa. Al margen de que pueda gustar más o menos
Gaspar Llamazares la derrota de Izquierda Unida es nuestra derrota. La de todos. Jamás he creído en aquello del “cuanto peor mejor” o en esperar el descalabro del “otro” porque “se lo merece”. ¿Pero no está la organización por encima de los personalismos?. Yo así lo creo. No en vano, quien suceda a Gaspar Llamazares, sea de su cuerda o no, tendrá que gestionar una Izquierda Unida sin grupo parlamentario, sin diputados y sin fondos económicos. Tendrá que gestionar un desierto. La voz que clama en el desierto. Por ello, uno se pregunta qué hacer con Izquierda Unida. Si el resultado electoral de 1982 conllevó la creación de Izquierda Unida podríamos admitir la posibilidad que ante el peor resultado de nuestra historia puedan surgir nuevas formas de organización, tan plurales y diversas como fue la Izquierda Unida de 1986. Yo personalmente pienso que el proyecto de Izquierda Unida sigue siendo plenamente vigente. Es más, creo que el resurgir de Izquierda Unida se ha de cimentar en la recuperación de las señas de identidad y de los valores políticos de la organización. Es decir, en un volver a empezar. En todo caso, ya veremos. En definitiva, se trata no tanto de llamarse “Pepito” o Joselito” sino de contar con un proyecto político.
Es primordial realizar un análisis objetivo del retroceso electoral. Las razones son muy diversas y algunas de ellas han sido examinadas ampliamente. Ley electoral y bipartidismo especialmente. Respecto a la ley electoral ésa es una realidad con la que ya contábamos. Aún así, no deja de ser un escándalo y una inmoralidad que Izquierda Unida con cerca de 1 millón de votos obtenga 2 diputados y CiU con 200.000 votos menos consiga 11 diputados. Pero de nada sirve patalear si no se puede cambiar la ley electoral. Además, recordemos que con la misma ley electoral Izquierda Unida logró 21 diputados en las elecciones generales de 1996. Por lo tanto, no nos queda más remedio que saber adaptarnos a las circunstancias. En cuanto al bipartidismo es cierto que cuando entre los dos partidos mayoritarios superan el 80% de los votos, como así ha sido, nos encontramos ante un panorama electoral profundamente bipolarizado. Si además resulta que durante la campaña electoral la presencia mediática de los “dos grandes partidos” es casi absoluta y en la izquierda se recurre al “voto útil” tendremos que las opciones de Izquierda Unida caen por inercia como un castillo de naipes.
Pero nos estaríamos equivocando si las excusas fueran exclusivamente la ley electoral y el férreo bipartidismo. Obviamente, la dirección de Izquierda Unida es responsable del derrumbe. En primer lugar, la propia gestión política en los últimos cuatro años ha sido decepcionante, apoyando parlamentariamente al PSOE a cambio de nada, véase presupuestos generales o canon digital. Ello ha acentuado la sensación que tenían muchos de los votantes tradicionales de Izquierda Unida de que no se estaba realizando una oposición real y de izquierdas. Por otro lado, uno no entiende como Izquierda Unida se empeña tanto en Cataluña como en el País Vasco en ser más nacionalista que los propios nacionalistas. ¿Se apoya el “Plan Ibarretxe” en Bilbao pero no en Córdoba?. Esos son detalles que nos alejan de nuestra base social, la cual no es precisamente nacionalista, ni siquiera en Cataluña o el País Vasco. Tampoco se ha gestionado de la manera más idónea la división interna que ha padecido la organización. No lo hizo bien Gaspar Llamazares en la quiebra de
EUPV y menos aún en la expulsión injustificada de tres miembros de la Permanente Federal tras ganar las primarias.
Y en el transcurso de la campaña electoral Izquierda Unida no ha sabido combatir el bipartidismo y crearse un espacio político propio. Lo del
Second-life, el Gaspi y los videos de
I love IU no ha funcionado. Eso son zarandajas de universitario listillo que no llegan a los votantes y menos aún a los trabajadores, a los que se supone representamos. La campaña electoral de Izquierda Unida ha sido en este sentido de baja intensidad, seguramente a causa del déficit económico que atraviesa la organización aunque tampoco se ha sabido articular un discurso político dirigido a la clase trabajadora. Izquierda Unida pierde su base social y no hace nada por remediarlo. Hoy en día, los votantes de Izquierda Unida son una capa selecta de la población: un primer bloque formado por universitarios concienciados políticamente, un segundo colectivo de votantes que se sitúa entre los 30 y los 45 años, profesionales liberales en su mayoría y por último, los votantes históricos del Partido y de Izquierda Unida que proceden de la lucha antifranquista y del sindicalismo de clase. Si exceptuamos a éstos últimos, diríamos que el perfil sociológico del actual votante de Izquierda Unida es incluso algo elitista. Si Izquierda Unida quiere volver a resurgir tendrá que abrirse de nuevo a los trabajadores y retomar el hilo rojo de la formación como eje central de su programa político.
Para finalizar un último apunte sobre Cataluña. En Cataluña, la coalición
ICV-EUiA ha perdido 1 diputado y cerca de 55.000 votos. ICV con su política del avestruz hizo la campaña electoral justa y necesaria para garantizarse sus dos diputados. Pues bien, se quedaron en uno. Eso es lo que pasa cuando sales a empatar el partido, que lo acabas perdiendo. Pasa que nadie se cree la coalición, que existen demasiados recelos, que mientras ICV hace campaña con EUiA en Cataluña, en Valencia hace campaña con Isaura Navarro. Y pasa que ICV no se entera cuando tras la derrota afirma que hay que modernizarse. ¿Eso qué quiere decir?. ¿Que el futuro pasa por ser ecosocialista de fino paladar y por una
boutique de Adolfo Domínguez?.
Pedro Luna Antúnez.