Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

sábado, 28 de diciembre de 2013

La noche que murió Germán Coppini

La noche que murió Germán Coppini brindábamos con burbujas y sonreíamos al destino. Lo hacíamos en familia, con villancicos y coplas de fondo. Como manda la tradición. Pero corren malos tiempos para la lírica. Tampoco son buenas las noches, no lo son para las 70.000 familias que fueron desahucias en 2013 o para aquellos que esa misma noche hicieron cola en comedores sociales. Y un largo etcétera. Pero nosotros brindábamos porque era lo que tocaba. Y de golpe se nos fue Germán Coppini. Fue poco después de brindar en familia cuando me enteré de que Germán nos había dejado. Eso sí que es un golpe bajo, colega. En aquel momento pensé en sus inicios. Cuando empezó en Siniestro Total y Vigo sufría un elevado desempleo a causa de la reconversión del Sector Naval. Eran años duros para la clase obrera. Como los que vivió Gran Bretaña cuando surgieron Sex Pistols y The Clash. Como el gris Manchester de Joy Division y The Smiths. Germán Coppini se ha ido en unos años iguales de duros, sin Solchagas ni Thatcherismos pero con la misma angustia y falta de horizontes. Sin futuro ni perspectivas. Acabaron los brindis en familia y bajé a la calle. No quise mirar a los ojos de la gente; dan miedo y mienten siempre. Caminé con la mirada perdida y ausente, como quien ve a un espectro. Como si me hubiese encontrado con la Santa Compaña. Ya en casa leí unas líneas sobre el último concierto de los Pistols: el día de Navidad de 1977 en Huddelsfield, norte de Inglaterra. El concierto lo hizo el grupo en apoyo a las familias de los bomberos en huelga. En solidaridad con sus hijos, quienes recibieron regalos de manos de Johnny Rotten y compañía. Volví a pensar en Germán Coppini. Escuché algunas canciones y leí las palabras de un amigo de Germán que recordaba las noches que compartieron en los bares de Vigo. Eran otros tiempos. O quizás no. Luego cogí mi mejor Whisky y me tomé una copa en memoria del gran Germán Coppini.

Pedro Luna Antúnez.

martes, 24 de diciembre de 2013

La reforma del aborto

Bilbao, 26 de octubre de 1979: tres mil personas se manifiestan frente a la Audiencia Provincial de Bilbao. Ese día juzgaban a once mujeres acusadas de prácticas abortivas y a las que la Fiscalía pedía doce años de cárcel. Las acusadas eran de clase trabajadora y residían la mayoría de ellas en Basauri. Madres de familias numerosas, su situación económica era muy precaria y estaban en el paro; no sólo ellas sino también sus maridos. Fueron condenadas por abortar. Sin embargo, su caso hizo que el movimiento feminista impulsara una campaña en todo el país en solidaridad con “las once de Bilbao”. La presión social provocó que finalmente en 1983 las acusadas fueran indultadas al considerarse como un atenuante la frágil situación social y familiar de aquellas mujeres.

El proceso contra las once mujeres de Bilbao sirvió para colocar en el debate político un tema tabú hasta entonces como era el del aborto. Dos años después del indulto, el PSOE aprobó la primera ley del aborto desde 1936. No obstante, la ley de 1985 sólo despenalizó al aborto en tres supuestos: riesgo grave para la salud de la embarazada, violación y malformaciones en el feto. Fuera de estos tres supuestos, la ley contemplaba penas de seis años de cárcel para las mujeres que abortasen. Tuvieron que pasar 25 años para que se aprobase en 2010 una ley de acuerdo con los criterios establecidos por la Organización Mundial de la Salud. La ley permitía a la mujer poder abortar durante las primeras catorce semanas de embarazo. Por primera vez, exceptuando un breve periodo durante la Segunda República, se dejaba en manos de la mujer poder decidir libremente sobre su cuerpo.

La reforma del aborto aprobada por el Partido Popular hace unos días es un retorno a las catacumbas. Ni siquiera se recupera la ley de 1985 como así ha expresado la propaganda institucional. La ley de Gallardón endurece la de 1985, ya de por sí restrictiva. Es volver a 1979 y a los procesos judiciales de Bilbao. Es la criminilización de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer; y es una ley que nace cubierta de sangre. De la sangre de los abortos que se realizarán de manera clandestina. Porque prohibir el aborto es invisibilizarlo. Pero miles de mujeres seguirán abortando por necesidad. Algunas podrán hacerlo en un país donde sea legal pero no todas tendrán esa oportunidad. Las que aborten ilegalmente se jugarán la vida. Sólo un dato: en 1976 un total de 300.000 mujeres abortaron clandestinamente en España. 3.000 de ellas murieron.

Pedro Luna Antúnez.

martes, 17 de diciembre de 2013

El PAHtio: Nuevo centro social en Hospitalet

Artículo publicado en Tercera Información.

Si algo nos ha demostrado el sistema en los últimos años es que la legalidad no siempre es sinónimo de legitimidad. De hecho, vivimos tiempos en los que raras veces la legalidad es legítima. No lo es cuando nace de un régimen que ha emprendido una guerra sin cuartel contra al pueblo sirviéndose de un aparato judicial, económico y político orientado a proteger los intereses de una élite frente al interés de la mayoría de la población. Frente a esa realidad la legitimidad sólo se puede expresar a través de una vía: la desobediencia civil. Y es esa vía la que están explorando colectivos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) así como movimientos sociales de base. En este sentido, la liberación de espacios en desuso, ya sean de titularidad pública o privada, es una de las acciones que se están llevando a cabo con mayor celeridad. Por necesidad y como respuesta a la desidia de la administración.

El pasado sábado la PAH de Hospitalet de Llobregat conjuntamente con la asamblea local del 15M y el colectivo de “Iaioflautas” ocuparon una guardería pública abandonada desde hace dos años y medio. Después de siete meses esperando una entrevista con la alcaldesa Núria Marín (PSC), la iniciativa de la PAH surge de la necesidad de dotarse de un espacio común para crear redes de apoyo mutuo entre los movimientos sociales de la ciudad y con la finalidad de atender y de cubrir las necesidades más básicas de personas en riesgo de exclusión social, un sector de población cada vez mayor en una ciudad como Hospitalet azotada por el desempleo y los desahucios. Por ejemplo, el espacio liberado servirá como centro de recogida de comida y ropa para familias desprotegidas.

La ceguera de la administración se puso una vez más de manifiesto en la visita del concejal del distrito al nuevo espacio liberado al emplazar a los colectivos allí presentes a utilizar las herramientas del sistema. Del mismo sistema que crea las desigualdades y que aboca a la miseria a amplias capas de la ciudadanía. Es por ello que frente a una clase política que sigue viviendo en una burbuja, unos sindicatos desacreditados y una izquierda política obsesionada con los sondeos electorales, la movilización social no la están protagonizando estos últimos sino miles de personas anónimas que se están organizando a pie de calle en los barrios más castigados por la crisis. Como las personas que de manera desinteresada y solidaria están haciendo guardia cada noche para preservar un nuevo centro social en un barrio como el de Pubilla Casas de Hospitalet.

Un nuevo espacio liberado ha nacido en Hospitalet. Se llama el PAHtio y ha llegado para quedarse. Curiosamente, ese mismo espacio fue ocupado en 1984 por la Asamblea de parados y paradas de la ciudad. Treinta años después la historia se repite. Y se repite porque hoy como ayer la opresión y las injusticias son las mismas. Es el resultado de un régimen que ha derivado en una estafa pseudodemocrática y que ya sólo se sustenta bajo los pilares de la represión. Esa represión que recurre al miedo para desmovilizar y amordazar a la población. Ignoran que cada vez hay más gente que, a pesar de las multas y de las nuevas leyes de seguridad ciudadana, han perdido el miedo. El día que seamos mayoría seremos imparables.

Pedro Luna Antúnez.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Una derrota quijotesca

“Lo tuyo es una derrota quijotesca” respondió sin titubear un compañero de trabajo segundos después de anunciarle mi dimisión como miembro del Comité de Empresa. Hasta ese momento yo no había contemplado mi renuncia sindical como una derrota, y menos aún quijotesca, pero reconozco que sus palabras me reconfortaron. Es de agradecer ser visto como un idealista después de haber dedicado casi diez años de mi vida al sindicato. Derrotado o no, las ideas permanecen.

Renuncio y doy un paso atrás tras un periodo de reflexión serena y autocrítica. No me arrepiento de nada. Sin embargo, diez años dan para mucho y posiblemente haya cometido más errores que aciertos. Asumir esos errores fue el primer paso. El segundo y definitivo paso fue llegar a la conclusión de que no podía seguir siendo rehén de mis propias contradicciones. Es por ello que el 1 de enero de 2014 dejaré de ser sindicalista de Comisiones Obreras. A partir de ahora priorizaré otros frentes de lucha. Corren tiempos difíciles para la clase trabajadora y en ocasiones la revolución ha de empezar por uno mismo.

Creo haber tomado una decisión consecuente y sé que quienes me conocen la entenderán. Quizás porque algunos de ellos la esperasen desde hace tiempo. Otros simplemente no entenderán la decisión. A todos ellos, decirles que no abandono. Que nos veremos en las calles, en las asambleas y en las plazas. Y lo haré a la manera machadiana: ligero de equipaje y con la conciencia a salvo.

Pedro Luna Antúnez.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Chile en el corazón

“Allende no se rinde, milicos de mierda”. Cuentan que esas fueron las últimas palabras que pronunció Salvador Allende segundos antes de pegarse un tiro en la barbilla con un fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Eran cerca de las doce del mediodía y la aviación del ejército golpista bombardeaba sin cesar la Casa de la Moneda. Aquellas fueron las últimas horas de la Unidad Popular chilena, un frente unitario de izquierdas que alcanzó el gobierno tras ganar las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970. Hoy se cumplen 40 años de un golpe de Estado que supuso el fin de uno de los últimos grandes gobiernos progresistas de la historia. En el recuerdo, nombres como Salvador Allende, Víctor Jara y Pablo Neruda, cuyos discursos, canciones y poemas hicieron que desde hace 40 años llevemos a Chile en el corazón. De aquel Chile que como la España republicana expiró por la brutalidad de las armas. Hoy, 11 de septiembre, conmemoramos una derrota. Nuestra derrota.

Salvador Allende pronunció su último discurso al pueblo chileno pasadas las diez de la mañana en Radio Magallanes, única emisora gubernamental que no había caído en manos de los golpistas. En la madrugada del 11 de septiembre el ejército sublevado ya había tomado Valparaíso, ciudad costera a unos 120 km de Santiago de Chile. Cerca de las nueve de la mañana, las emisoras de la reacción radiaban la primera proclama golpista en la que se instaba a Salvador Allende a rendirse y a desalojar La Moneda antes de las once. De lo contrario, el palacio presidencial sería tacado “por tierra y aire”. “Yo no abandono La Moneda ni me rindo. De acá sólo podrán sacarme muerto” expresó Salvador Allende a unos de sus colaboradores. El último discurso de Salvador Allende es un monumento a la integridad humana y pone de manifiesto la talla moral de un hombre que fue leal a su pueblo hasta el último suspiro de su vida. “La historia es nuestra y la hacen los pueblos” afirmó el presidente en aquella alocución. Jamás tan pocas palabras significaron tanto.

A Víctor Jara lo condujeron el 12 de septiembre al Estadio Chile. Durante cuatro días sufrió innumerables torturas y humillaciones. “Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda” le espetó un oficial del ejército nada más percibir la presencia del cantautor. En esos días escribió un último poema: Somos cinco mil. A Víctor Jara lo asesinaron el 16 de septiembre tras ser acribillado por 44 balazos. Horas antes le habían destrozado las manos con la culata de un fusil. No acallaron su voz. Para los que crecimos escuchando a Víctor Jara, sus canciones forman parte de la banda sonora de nuestras vidas. Esos milicos de mierda no lograron acallar su voz.

Pablo Neruda padecía una frágil salud desde comienzos de 1973. En febrero había renunciado a su cargo como embajador de Francia, agravándose su estado tras el golpe militar. Falleció el 23 de septiembre y dicen que fue a causa de un cáncer de próstata. Días después los militares saquearon su casa e incendiaron sus libros. Su amigo Rafael Alberti escribió el poema A Pablo Neruda, con Chile en el corazón tras conocer la muerte del poeta chileno. Un acto de generosidad poética entre hermanos: Pablo Neruda, testigo de la guerra civil española, había escrito en 1937 un desgarrador poemario titulado España en el corazón. 36 años después, el fascismo tampoco lograría acallar su voz ni borrar sus poemas.

Hace diez años La Insignia publicó un especial sobre los 30 años del golpe militar en Chile. Las palabras de Pablo Neruda, Rafael Alberti, Carlos Orellana, Arnaldo Pérez Guerra, Octavio Paz, Salvador Allende, Gladys Marín, Beatriz Allende o Jesús Gómez Gutiérrez me han servido de guía para escribir sobre la derrota del 11 de septiembre. La de Salvador Allende y la Unidad Popular de Chile. La nuestra. Esas mismas palabras que me han servido para sentir, una vez más, a Chile en el corazón.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 14 de julio de 2013

Migajas en el camino

Queríamos un proceso constituyente y ¡zas!, ya lo tenemos. Pero es el proceso constituyente de ellos, de los que llevan siglos dirigiendo muestras vidas. De aquellos que nos trajeron en volandas la primera restauración borbónica, la dictadura, la dictablanda, de nuevo la dictadura, la segunda restauración borbónica, de nuevo la dictablanda y ahora toca la tercera restauración borbónica. Ésa ha sido la hoja de ruta en los últimos doscientos años de la que Max Weber definió como la “oligarquía eterna española”. Una oligarquía camaleónica que supo adaptar sus intereses económicos al contexto histórico y político que le tocaba vivir. Ya fuese para ser liberales, conservadores, fascistas o constitucionalistas. Decía Michael Corleone en la tercera parte de El Padrino que los políticos y banqueros que llevaban siglos gobernando Italia eran la verdadera Mafia: Don Lucchesi y la Banca del Vaticano, aquello de las finanzas son un arma y la política es saber cuándo apretar el gatillo. Pues eso es lo que hay.

La izquierda debe echarse a la calle. Claro que sí. Pero no al compás ni a rebufo de los titulares de la prensa del sistema. Ser cooptados por el proceso constituyente de las oligarquías eternas es un riesgo que corremos, especialmente cuando seguimos pensando más en clave electoral que de ruptura con la cultura política de la transición. Porque el problema no es la corrupción; es el Régimen. Porque el problema no es que hayan o no elecciones anticipadas. Las elecciones son una estafa derivada de un sistema electoral que es uno de los mayores fraudes democráticos de aquella transición modélica que treinta y cinco años más tarde vemos que no era tan modélica. El problema, en definitiva, es la pervivencia de un Régimen que ha adoptado diferentes ropajes durante siglos y que aspira a un nuevo reparto del pastel. Quizás nos dejen algunas migajas.

Nos seducirán con lisonjas y sondeos electorales. Nos dejarán las migajas por el camino como en un cuento de los hermanos Grimm. Pero solo hay dos caminos: reforma o ruptura. La reforma significa gestionar las migajas del Régimen, y ese escenario es invariable, ya sea con 11, 40 o 60 diputados. La ruptura significa la construcción de un nuevo modelo de sociedad, significa recuperar aquel paréntesis democrático que representó la República de 1931, y significa soltar lastre con un Régimen que ha abocado a millones de personas a una miseria estructural. Hoy, a 224 años de la toma de la Bastilla en la Francia revolucionaria, nosotros debatimos el inicio de un proceso constituyente que nos conduzca a la libertad. Llevamos más de dos siglos de retraso. Solo espero que en esta ocasión sepamos elegir bien nuestro camino.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 7 de julio de 2013

Diego Cañamero

Lo leí en un artículo del amigo Jesús de agosto del año pasado. Hablaba de Diego Cañamero, del sindicalista andaluz mil veces vilipendiado por la prensa del régimen y mil veces detenido por sus fuerzas represivas. La historia es la siguiente: hace unos años Diego Cañamero participaba en un piquete informativo en el transcurso de una huelga cuando el hijo de un terrateniente se presentó ante él y le apuntó con una escopeta. A cualquiera le habrían flojeado las piernas. Sin embargo, Diego sin apenas pestañear miró orgulloso al señorito y le dirigió la siguiente advertencia: “si me vas a pegar un tiro lo vas a hacer conmigo parado, porque yo no corro como un conejo”.

Hace dos días el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dictó una orden de detención contra Diego Cañamero. No es la primera vez. El sindicalista del SAT ya ha sufrido unas cincuenta detenciones, se han celebrado sesenta juicios contra él y en cinco ocasiones ha pisado la cárcel. Por otro lado, el SAT tiene el “honor” de ser el sindicato más represaliado de Europa. Medio millar de sus militantes han sido procesados, la justicia les reclama 400.000 euros en multas y se han llegado a pedir 50 años de prisión por la ocupación de fincas y tierras así como por haber participado en la marcha solidaria “Andalucía en pie” el verano pasado. El objetivo no es otro que el de amedrantar a quién cuestiona el actual sistema político y económico. A quien cuestiona el régimen.

Diego Cañamero fue alcalde de El Coronil, un pueblo de la campiña sevillana a orillas del río Guadalate. Como otros tantos pueblos andaluces, El Coronil es un municipio castigado por el desempleo, cuya tasa supera el 30%. Pueblos que forman parte de esa España olvidada en un rincón de la historia y donde la pobreza la han heredado los hijos de sus padres. Así generación tras generación. Pero a la vez que la pobreza entraba por la puerta, crecían la dignidad y el orgullo de un pueblo. Por eso, Diego Cañamero tras conocer hace unas horas su orden de detención, reaccionó como lo hizo años atrás cuando el hijo de un señorito le amenazó con pegarle un tiro: “No voy a salir corriendo, ni pienso esconderme”.

Como ocurre con los cinco anarquistas de Sabadell, Diego Cañamero es un activista molesto para el régimen. Para el régimen e incluso para ciertas coordenadas de la izquierda institucional. A los anarquistas de Sabadell los han proscrito por libertarios; a Diego Cañamero por representar un sindicalismo alternativo con un marcado perfil andalucista lindante al independentismo. Y yo, que no soy anarquista aunque cada día me siento más libertario, y yo, que aún teniendo orígenes andaluces tampoco soy nacionalista, ni de Andalucía ni de ningún otro lugar, siento a los anarquistas de Sabadell y a Diego Cañamero como mis compañeros de lucha. Tan cercanos como necesarios. Será porque últimamente, aquellos con quienes no comparto afiliación política y sindical son los únicos que están dando la cara.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 23 de junio de 2013

38 días

"Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido". Frank Kafka. El Proceso, 1925.

38 días. Es el tiempo que llevan encarcelados los cinco activistas del Ateneo Libertario de Sabadell desde que el pasado 17 de mayo la Audiencia Nacional decretase prisión provisional para Silvia, Yolanda, José, Xabier y Juan por pertenecer a banda armada y señalar sus posibles objetivos en facebook. Parece una broma pero no lo es. Es la realidad diaria de un régimen que ha traspasado la línea roja que separa a un Estado democrático de otro que camina hacia una dictadura encubierta. No en vano, los casos de represión se han multiplicado en las últimas semanas. Las detenciones de los fotógrafos Raúl Capín y Adolfo Luján en Madrid y la del periodista Bertran Cazorla en Barcelona obtuvieron una amplia difusión mediática y han servido para poner de manifiesto que de esta caza de brujas casi nadie está exento de librarse.

El caso de los cinco anarquistas de Sabadell es delirante. El atestado policial de los Mossos así como el auto del juez Pedraz parecen inspirados en la mejor literatura distópica. Pero hoy en día las mayores distopías se han hecho realidad. Solo así podemos entender que cinco jóvenes lleven cerca de cuarenta días encarcelados bajo régimen FIES por un presunto delito de terrorismo tras serles incautadas armas tan “peligrosas” como 350 gramos de marihuana o propaganda anarquista. Una auténtica aberración jurídica que sin embargo no ha suscitado toda la solidaridad que se debería esperar. ¿Dónde está la denuncia de Jueces por la Democracia? ¿Y las mociones parlamentarias de la izquierda? Ni están ni se esperan. ¿Por qué? Básicamente porque los cinco anarquistas de Sabadell son compañeros de viaje incómodos. Tienen un difícil encaje entre una derecha que los condena y una izquierda que los ignora.

“Nos llamarán a todos” clamaba Blas de Otero desde el exilio parisino hace 60 años. Hubo un tiempo en el que la izquierda albergaba grandes sentimientos de solidaridad de clase desde un humanismo consecuente. Hoy la solidaridad depende de las simpatías ideológicas y del carné político. Es decir, la solidaridad depende de que seas uno de los nuestros y de que compartas objetivos y estrategias. En este contexto, los cinco anarquistas de Sabadell únicamente reciben la solidaridad de los suyos. Fuera de los grupos y organizaciones anarquistas, no existen. Ni para los medios de comunicación progresistas ni para los partidos de izquierdas. Qué más da, solo son anarquistas, parecen pensar algunos.

Pedro Luna Antúnez.

sábado, 13 de abril de 2013

El valor de la renuncia

En diciembre de 1940, Dionisio Ridruejo publicó en la revista Escorial un artículo de título casi premonitorio: Advertencia sobre los límites del arrepentimiento. Algunos biógrafos del poeta soriano consideran el escrito como el inicio de la ruptura de Ridruejo con el régimen franquista, si bien aún desde posiciones fascistas que evolucionarían con el paso de los años hacia posiciones lindantes con la socialdemocracia. Dionisio Ridruejo, autor de dos versos del Cara al Sol, prócer falangista durante la guerra civil y director general de propaganda hasta 1941, dimitiría de todos sus cargos políticos e institucionales un año después. Es uno de los ejemplos de hasta qué punto alguien puede renunciar a todo tipo de prebendas y privilegios sin más horizonte que el destierro y la cárcel.

Vivimos en un país de arribistas. Es inusual dejarlo todo cuando se está bien situado. Más insólito aún es reconocer que uno se ha equivocado y que renuncia a seguir participando de una mentira. Para eso se necesita valentía y honestidad personal. Cuando un régimen está podrido cabe esperar que quienes han sido cómplices en mayor o menor grado den un paso atrás. Precisamente, uno de los mayores déficits actuales es que casi nadie tiene el coraje suficiente para admitir que ha cometido errores. Ni mucho menos para bajarse del burro. Sería como renunciar a una vida cómoda. Ganarías en dignidad pero fuera hace frío. Un precio demasiado alto para algunos. No solo para políticos sino para escritores, periodistas, intelectuales o tertulianos. Para todos aquellos que transigieron durante años.

No se trata de arrepentirse desde una perspectiva cristiana. No hay que hacer penitencia ni renegar del pasado. Solo de soltar lastre. De la renuncia como un valor que no podemos perder. Es posible que cuando el primero dé el paso le sigan otros. Pero lo más probable es que muy pocos den un paso adelante y que apenas les siga nadie. Este país es así. El régimen constitucional de 1978 podrá hundirse como el Titanic pero siempre dispondrá de una servicial banda de músicos amenizando el desastre. Cuando éste llegue ellos serán tan responsables como los gobiernos de turno. Habrán sido cómplices con su silencio. Nada más y nada menos.

Pedro Luna Antúnez.

viernes, 29 de marzo de 2013

Memento mori

Hace unos días leí un magnífico relato de una escritora amiga: Lilian Elphick. Pensé en el inexorable paso del tiempo y en la fugacidad de la vida como píldoras literarias. Como bocados de realidad. Hace 3.000 años un predicador ya nos previno que en este mundo todo es vanidad. Hace 2.000 años los generales victoriosos de Roma desfilaban por la capital del imperio como héroes homéricos. Eran casi inmortales. Pero la advertencia que un esclavo les susurraba al oído durante el desfile triunfal; Respice post te. Hominem te memento ("Mira tras de ti, recuerda que eres un hombre") servía para recordarles que tal grandeza era solo efímera y que el día de mañana estarían criando malvas.

De las glorias pasadas a las miserias presentes. El azar ha querido que el primer corralito del nuevo orden haya coincidido con el inicio de la semana de pasión. Como hace veinte siglos, los césares de hoy se pasean por las tierras conquistadas como poderosos y engreídos caudillos militares sin el menor atisbo de mesura ni austeridad. La austeridad es para los de abajo; para los olvidados de la historia; para aquellos que jamás alcanzarán al pedestal de la victoria y la inmortalidad. Pero como hace veinte siglos, llegará el día en que nosotros, los de abajo, recordaremos a los de arriba que a pesar de sus tristes triunfos, su poder no es más que una ilusión. Les recordaremos que ellos también sufrirán y que finalmente, morirán.

Pedro Luna Antúnez.

lunes, 4 de marzo de 2013

Contra los políticos

Artículo publicado en Sin Permiso.

El objetivo de retornar la dignidad a la política no ha de ser otro que el de hacer política en coherencia con la nueva realidad. Nuevas formas de hacer política para nuevas propuestas políticas. Nos encontramos en la etapa del fin del consenso social, donde el régimen constitucional ya no es capaz de legitimar el modo capitalista de acumulación que en este ciclo se caracteriza por desposeer a las clases populares de sus derechos fundamentales. La crisis de representación, el escenario de corrupción institucionalizada del complejo político-empresarial y el bloqueo institucional a la participación ciudadana en cualquier estadio de la esfera pública, sugieren una profunda crisis política. Vivimos la crisis del sistema de partidos de la segunda restauración borbónica. Especialmente, de los partidos del Régimen. Ello se debe al colapso del turno bipartidista. Pero la crisis no sólo afecta a los partidos del bloque bipartidista sino que se amplía a lo que hasta ahora hemos llamado la izquierda transformadora.

La izquierda transformadora está abocada a situarse en el nuevo espacio político surgido a raíz del agotamiento político del régimen constitucional de 1978. La apertura de un nuevo proceso constituyente se nos antoja como una prioridad ineludible. Para ello, hablamos de nuevas formas de hacer política para superar el paradigma del bipartidismo. Porque seamos o no un partido del régimen, una cosa está clara: hasta ahora hemos asumido las dinámicas e inercias propias del mismo. La izquierda transformadora no puede vivir obsesionada por los sondeos electorales cuando el viejo mundo se derrumba ante nuestras narices. Seamos capaces de romper de una vez por todas con el Régimen y dejemos de participar en su juego. Un juego con las cartas marcadas. Salgamos del caparazón interno de nuestras organizaciones y oteemos el horizonte. Concluyamos las luchas de poder estériles. Hoy en día las batallas en lo interno se reducen a una: quién es Régimen y quién no. O dicho de otra manera: quién está por la reforma del modelo constitucional de 1978 y quién está por la ruptura. De lo contrario no habremos entendido nada.

Haber sido partícipes durante décadas del juego político del Régimen ha propiciado que hayamos sido desbordados por los nuevos movimientos sociales. En parte se ha dado por nuestra propia inacción pero fundamentalmente ha sido fruto de la incapacidad de efectuar una lectura estratégica más allá de las dinámicas institucionales y de las lógicas cotidianas cortoplacistas. Hemos pecado de un exceso de tacticismo que nos ha impedido ver el progresivo y estructural sesgo neoliberal que ha ido adquiriendo el Régimen constitucional de 1978. El ejemplo que lo expresa es sin duda, el surgimiento del 15M, estallido de indignación ciudadana que ha situado en el debate político la cuestión de la democracia.

Es imperativo asumir que hemos sido desbordados para empezar a extraer conclusiones de cómo situarnos políticamente en este escenario de fin de ciclo. A día de hoy, es ingenuo pensar que la vía institucional va a poder garantizar cualquiera de los derechos fundamentales que nos han sido usurpados, al menos desde una perspectiva global e integral. Por eso hablamos de crisis política y de legitimidad. De colapso democrático. No queda otra que pensar la funcionalidad de la política en perspectiva de construir la democracia del 99%. Nuevas formas de hacer política para un instrumento que sea útil en esta realidad concreta.

Eso requiere levantar la cabeza de la lucha concreta, y obviamente de la demoscopia, para tratar de ver en perspectiva. Eso supone estar atentos a los nuevos actores sociopolíticos que están reflexionando políticamente, en tanto que se están empoderando. Movimientos que están siendo capaces de dimensionar a la lucha sociopolítica la garantía de los derechos fundamentales mediante la desobediencia civil, el empoderamiento y la solidaridad. Eso supone cuestionar los modelos organizativos clásicos, precisamente porque la revolución TIC (tecnología de la información y la comunicación) y el 2.0 nos dotan de herramientas más eficientes y participativas. No repitamos las actitudes cardenalicias del siglo XV ante el invento de la imprenta. ¿Por qué nos entestamos en reproducir las mismas líneas organizativas que hace 20 años?. ¿Por qué caemos siempre en el ensimismamiento de la necesidad imperiosa de fortalecer y consolidar la organización cuando quizás lo que falta es análisis en perspectiva y estrategia de intervención en el conflicto social?.

La realidad nos exige entender el porqué en muchos aspectos hemos sido desbordados. Basta echar un vistazo a los últimos quince años para ver como los nuevos sujetos no organizados políticamente han logrado visualizar la crítica al sistema económico y realizar propuestas alternativas concretas de forma mucho más eficaz que nosotros desde nuestras organizaciones políticas. Pongamos el ejemplo de la ILP de la PAH, que si bien es cierto que la mayoría de sus propuestas van en la línea de lo que hemos defendido los últimos años en materia de vivienda, lo cierto es que nuestro discurso, traducido en enmiendas tumbadas en una tarde, era estéril y apenas llegaba a nadie. Si pretendemos confluir, converger e integrar luchas con estos actores en base a objetivos concretos y dinámicas movilizadoras, debemos rebajar identitarismos y estériles patriotismos de partido, comenzar a actuar con humildad y hacer autocrítica para así construir confianzas. En definitiva, ponernos al servicio de los movimientos en lucha, que no están para recibir lecciones, sino más bien todo lo contrario. De hecho, las lecciones las estamos recibiendo nosotros. De eso trataba la iniciativa #ElCarrerAlCongrés impulsada por la Fundació Nous Horitzons y la Fundació l' Alternativa que tuvo lugar en la Universidad de Barcelona el lunes 18 de febrero, cuya valoración fue muy positiva a nuestro entender. Estos actores no nos votan, no militan en nuestras organizaciones, y es más, nos critican. Pero aceptemos ya de una vez que nunca construiremos ninguna alternativa nosotros solos, sin los que no nos votan, sin los que no militan en nuestras organizaciones ni sin los que nos critican.

Uno de los obstáculos en el avance hacia estas nuevas formas de hacer política es el de la hiperidentificación con eso que llamamos clase política; los políticos. Generalmente, nos sentimos políticos, diferentes, pero políticos, perdiendo a su vez tanto tiempo en destacar las diferencias que pueda haber entre ellos y nosotros como en cerrar filas en torno al concepto casi etéreo de política. La realidad es que una mayoría social está hasta la coronilla de los políticos. “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros” gritaba la plaza. No queremos simpatizar ni expresar solidaridad alguna por los políticos. Ocupan el poder para el lucro personal, saltan de la política al consejo de administración de la empresa que han privatizado, dan subvenciones y contratos a dedo, clientelean, malversan, extorsionan, chantajean, trafican con la influencia, y otras, que les da el cargo público. La corruptibilidad es uno de los mecanismos esenciales para el aumento continuado de la tasa de ganancia de las clases dominantes. Especialmente en España y Catalunya, la corrupción se erige como “modelo productivo”.

No estamos en la política pero sí queremos rehacer la política. Tenemos que abandonar ya la prédica y el mantra que repite que no todos los políticos son iguales, de que queremos regenerar la política. Eso nos suena a cambiar marcas, actores, formas, pero en ningún caso, los fondos. Tenemos que comprender que cuando un actor no estrictamente político critica la política, en definitiva, y nos cuesta demasiado verlo, lo que critica es el actual Régimen político. Es preceptivo dejar de corregir al ciudadano que dice que todos los políticos son iguales, y sumar a ese ciudadano a las luchas contra el Régimen político que él y nosotros detestamos. Dejemos de dar lecciones, porque, volvamos a reconocerlo, lo que percibimos como antipolítica es política en mayúsculas. Queremos dejar de identificarnos con la clase política para poder construir una alternativa política. En definitiva, no queremos ser políticos, queremos ser militantes y activistas para hacer política. Si queremos dignificar el concepto de política como gestión de la cosa pública en un momento de pérdida de legitimidad de ésta, no valen discursos en abstracto, necesitamos principios rectores claros y concretos:

1- Abrir debates, expresar nuestras propias contradicciones, no únicamente en el ámbito de los respectivos órganos o en el interno de nuestras organizaciones sino hacerlos públicos, haciendo de ello un proceso dialéctico de consecución de síntesis colectivas entre lo de dentro y lo de fuera. Evitar reglamentarismos y tratar de plantear los debates desde el prisma puramente político. Precisamente, abrir debates es una de las potencialidades del 2.0 como herramienta política.

2- Rebajar identitarismo, especialmente asociado a siglas o a paradigmas de lo viejo, de la etapa ya agotada de la concertación y el consenso social. Evitar endogamias que persiguen posiciones condescendientes. Asumir la crítica entre actores, fundamentada previamente en un reconocimiento mutuo, y hacer autocrítica, todo ello, para construir confianzas que se traduzcan en convergencias y confluencias. De poco nos sirven aquellas propuestas propias de largo recorrido, si no hemos sido capaces de articular frentes de lucha y movilización en torno a ellas.

3- Adaptar nuestro lenguaje a la realidad actual y a la necesidad de articular mayorías sociales más allá de la izquierda sociológica. Cómo articulamos una mayoría más allá de la unidad de las izquierdas, un frente democrático del 99% que impulse el o los procesos constituyentes, supone el debate estratégico de fondo, el esencial.

4- Tener claro que política es poder (o la reflexión en torno a), y que hoy en día, el que lo gestiona es el político oligárquico, el que no sólo no nos representa sino que forma parte de la oligarquía. Esta es la regla. Nosotros no somos políticos, somos activistas, militantes que hacemos política. Esto conlleva posiciones contrarias no sólo al político oligárquico sino también al perfil de político profesional que establece su proyecto vital vinculado a la política, ya sea institucional o a los aparatos de los partidos. La lealtad entre políticos en base a esta condición, o la necesidad de salir en la foto de la honorabilidad, son actitudes que no favorecen a esta exigencia de hacer las cosas diferentes.

5- El valor de la política que nosotros reivindicamos, no pasa por gestionar las miserias del Régimen. Hacemos política para cambiar las cosas, para transformar la realidad, no para legitimar ciertos escenarios de aparente pluralidad que en realidad no lo son. La historia nos demuestra que podemos ganar.

Quim Cornelles, Óscar Guardingo, Luis Juberías, Núria Llabina, Marc Llaó, Pedro Luna y Adriana Sabaté.

martes, 12 de febrero de 2013

Omnia sunt communia!

Omnia sunt communia! fue la proclama de los campesinos alemanes durante las guerras campesinas en el Sacro Imperio Germánico entre los años 1524 y 1525. Lideradas por el predicador anabaptista Thomas Müntzer, las revueltas se generalizaron a raíz del cercado de las tierras, mediante el cual se privatizaba aquello que había sido de propiedad pública. “¡Todo es común!”, aclamaban los campesinos frente al despotismo de los príncipes protestantes. Finalmente, los sublevados fueron aniquilados del campo de batalla y comunidades enteras fueron arrasadas. Los que lograron sobrevivir fueron desposeídos de sus propiedades y proscritos de por vida. Sobre ellos cayó la cruel losa de la derrota.

Lo que posiblemente ignoraban los campesinos alemanes es que su grito de guerra procedía de una conocida sentencia de Santo Tomás de Aquino: In extrema necessitate omnia sunt communia. Es decir, “en casos de extrema necesidad todo es común”. Cabe decir que Tomás de Aquino fue durante toda su vida un defensor de la propiedad privada. En su tratado teológico, Summa Teologica, el filósofo cristiano dedicó una serie de capítulos a la economía en los que legitimó la propiedad de bienes así como la actividad comercial y mercantil. Ahora bien, Tomás de Aquino creía que la propiedad privada debía palidecer en casos de extrema dificultad y pasar a ser común.

Han pasado casi 800 años desde que Tomás de Aquino escribiera sobre la propiedad. Cerca de 500 años en el caso de las guerras campesinas. Sin embargo, los anhelos de los campesinos alemanes del siglo XVI no difieren demasiado a los que pueda albergar un español del siglo XXI. Hoy los ejércitos imperiales no emplean cañones ni arcabuces. Se hacen valer de armas más sofisticadas pero igual de mortales. De las finanzas, por ejemplo. Como hace 500 años, los nuevos príncipes están dispuestos a cercar el campo en defensa del interés de una minoría. Privatizar lo público es una de las consignas. La otra es volver a proscribir a quien ose rebelarse.

Vivimos una guerra social. Se trata de un conflicto desigual puesto que por ahora los muertos sólo los pone una parte. Algunos siguen sin enterarse de la magnitud de las batallas. Otros intentan luchar cada día en la calle y en las plazas. Los próximos dos sábados, 16 y 23 de febrero, han de ser una buena prueba de ello. El primero valdrá para dar a conocer un genocidio, el bancario; y para constatar la inmensa fuerza de un movimiento que está haciendo historia: la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En el segundo las calles se convertirán en mareas ciudadanas en defensa de los servicios públicos. En defensa de lo común. Y en defensa de la democracia como bien apunta Agustín Moreno en un reciente artículo de obligada lectura. Deja Agustín unas líneas para la reflexión entre los que ejercemos el sindicalismo en CCOO. Sobre las mareas del 23F escribe lo siguiente: Los únicos que no han respirado hasta la fecha son los grandes sindicatos, seguramente ensimismados en sus rutinas de congresos y negociaciones con la CEOE y gobierno mientras la historia circula por otro lado. Deberían de convocar también, aunque sólo sea por acompañar a sus afiliados. Como siempre, Agustín tiene razón. Secretario de Acción Sindical de CCOO entre 1977 y 1996; y profesor de Secundaria en un instituto de Vallecas en la actualidad, Agustín Moreno siempre ha tenido la virtud de opinar en libertad. En conciencia y en coherencia con sus principios. Sin duda, ha sido y es uno de los sindicalistas más honestos que he conocido.

Todo es común, compañeros.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 3 de febrero de 2013

Perspectivas lampedusianas

Artículo publicado en Malasaña en pruebas.

Realicemos un somero repaso a un periodo de la atribulada historia de nuestro país. La primera restauración borbónica desembocó en una dictadura; la del general Miguel Primo de Rivera entre 1923 y 1930. En enero de 1930, temeroso del malestar social en las calles y de que el desprestigio de las instituciones alcanzará a la Corona, Alfonso XIII puso fin a una dictadura que él mismo había promovido años atrás. Para restablecer cierto orden constitucional el Borbón propuso al general Berenguer la formación de un gobierno de concentración. O lo que es lo mismo; se pasó de una dictadura de corte tradicional a una dictablanda. El objetivo: salvar la monarquía.

Asistimos al fin de la segunda restauración borbónica. El sistema surgido del pacto constitucional de 1978 se consume entre heces de corrupción. El hedor es insoportable y el régimen parece haber tocado fondo. Pero como ocurrió en los primeros meses de 1930 ya se vislumbran en perspectiva maniobras para mantener a flote a la monarquía. Hace ochenta y tres años la izquierda actuó como dique de contención frente a la reacción. En agosto de 1930 varios partidos republicanos firmaron el Pacto de San Sebastián; sumándose en octubre el PSOE y el sindicato UGT, éste último con el firme propósito de convocar una huelga general que enviase a la monarquía a “los archivos de la historia”. El pacto fue el certificado de defunción de la monarquía al proclamarse seis meses después la segunda República.

¿Qué nos diferencia de 1930? Para empezar, la propia izquierda. Hoy la izquierda, si por izquierda entendemos al PSOE, es parte indisoluble del régimen monárquico. Pero no sólo el PSOE. Una Izquierda Unida obsesionada por las encuestas electorales olvida que las elecciones sólo son un medio. Que las elecciones sólo son un mal remedo de un sistema electoral profundamente antidemocrático y que se trata de una partida con las cartas marcadas. El fin es acabar con el sistema y avanzar hacia la República. Así lo entendió la izquierda en 1930; y así es necesario que lo entienda la izquierda actual. Hoy los sindicatos tampoco parece que estén por la labor de convocar una huelga general destituyente; una huelga que socave las estructuras de un régimen que se nutre de la precariedad laboral y de la miseria de amplios sectores de la población; y que ha sumido a seis millones de personas al pozo del desempleo.

En segundo lugar, falla la intelectualidad. En noviembre de 1930 Ortega y Gasset publicó El error Berenguer en las páginas de El Sol, un artículo que pasaría a la historia de España por su última frase: Delenda est Monarchia. Fue el canto del cisne de una intelectualidad hastiada con la monarquía. La generación de Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Giner de los Ríos, Pérez de Ayala, Antonio Machado y el propio Ortega y Gasset, sirvió de contrapeso para desnivelar la balanza política. Para desterrar la monarquía y empujar a España hacia el progreso social y cultural. Sin embargo, hoy los intelectuales forman una corte de advenedizos al régimen. Si aparece alguna voz crítica, se le aparta. Se le margina.

A pesar de ello, hay que conservar el optimismo. El activismo en la calles de los movimientos sociales, de las plataformas de afectados por las hipotecas, de las mareas contra la privatización de los servicios públicos, y del cada vez más imprescindible 15M, auguran un nuevo republicanismo. Al otro lado de la orilla, el régimen. Con toda la artillería pesada disponible para bombardearnos. Nos dirán que hay que ventilar la democracia, que caminemos hacia un nuevo destino; unidos y al margen de ideologías. Por ejemplo, en un gobierno de concentración nacional donde quepamos todos. Nos hablarán de generosidad y del interés general del país. Incluso intentarán convencernos de que se trata de un cambio de régimen. Con un nuevo heredero a la Corona. Será el nuevo acto lampedusiano de nuestra historia: algo debe cambiar para que todo siga igual.

Pedro Luna Antúnez.

jueves, 31 de enero de 2013

Volveremos

Barcelona, 10 de marzo, domingo por la mañana, manifestación convocada por la Cumbre Social. Un liberado dosmileurista se pregunta dónde están los seis millones de parados. Otro liberado, en este caso tresmileurista, le contesta que siempre se echan a la calle los mismos. Que aún así, volverán dentro de seis meses porque ellos llevan indignados toda la vida. No como otros. Pues eso, volverán. O volveremos. Volveremos a manifestarnos por el centro de la ciudad. En defensa de un Estado del bienestar que ya no existe y a favor de unos servicios públicos que han sido privatizados. En contra del paro y de la corrupción. Si lo hubiésemos dejado en una manifestación “contra el Régimen” habríamos matado a tres pájaros de un tiro. Pero ni con esas. Volveremos a enarbolar nuestras banderas de plástico y volveremos a exigir la convocatoria de un referéndum. O la reanudación del diálogo social. Es nuestra cumbre social, la que se abre a los nuevos movimientos sociales. Ja. Volveremos a pasearnos. No a cuerpo; pues ni vivimos ni anunciamos algo nuevo. Volveremos a caminar a paso de procesión; como los beatos de misa diaria. Es la manifestación de los fieles. La del club. Un paseo de tres cuartos de hora. Luego volveremos a tirar las banderas de plástico en la primera papelera que veamos. Volveremos a tomarnos unas cañas. Volveremos a casa con algo de prisa. Es domingo y toca paella. Volveremos el lunes al trabajo y a la vuelta volveremos a ver las colas en el comedor social, a escasos metros de la sucursal de una entidad bancaria. De la misma que desahucia y deja sin hogar a los que hacen cola. Volveremos a pensar en clave de 2007. Volveremos a reproducir las luchas de poder de los últimos treinta y cinco años cuando hoy la única división real es quién es régimen y quién no. Volveremos a creer que seguimos viviendo en una democracia y que los trabajadores siguen disfrutado de los derechos sociales que nuestros mayores consiguieron tras años de luchas ejemplares. Volveremos a proponer nuevos modelos productivos y políticas industriales activas. Como un disco rayado. Volveremos a naufragar cuando suban las mareas; esas mismas mareas que nos pasarán por encima, arrolladoras, importantes, poderosas. Las mareas incrustan la arena en la roca. Agrietan los diques de contención del Régimen. Volveremos a afirmar que no vivimos tiempos de revolución sino de resistencia. Pues sigamos resistiendo hasta que nos comamos las cáscaras de los plátanos. Volveremos a exigir una reforma constitucional. La piden incluso aquellos que no se han leído El Gatopardo. Lampedusianos sin saberlo. Volveremos a hacer grandes análisis de la realidad. De nuestra realidad, claro. No de la realidad de los que se quedan sin casa. Sin curro. Sin futuro. No de la realidad de la periferia, de la que vive bajo el umbral de la pobreza. De la que busca comida en los contenedores de basura. Esa realidad no. No vaya a ser que lleguemos a una conclusión incómoda: que en pocos años el Capital se ha cargado décadas de conquistas sociales. Quizás así despertemos del prolongado sueño de la socialdemocracia y caigamos en la cuenta de una verdad irrebatible: donde antes habían derechos ahora sólo hay precariedad y donde antes existía una clase obrera ahora existen miles de clases obreras desestructuradas que subsisten algunas de ellas bajo condiciones de extrema pobreza. Pero cuando caigamos en la cuenta, volveremos. Esta vez sí. Y seremos millones.

Pedro Luna Antúnez.


domingo, 27 de enero de 2013

La Cataluña posnacionalista

Parafraseando al replicante Roy Batty, yo he visto cosas en Cataluña que vosotros no creeríais. Hubo una época en la que los debates políticos eran de cierto nivel. Aunque parezca mentira existían voces críticas. Contábamos, por ejemplo, con una serie de publicaciones teóricas de gran altura; algunas de ellas de Partido como Treball y Nous Horitzons, otras afines como Mientras Tanto y El Viejo Topo, y otras más apegadas a la tradición libertaria catalana como Ajoblanco. Es decir, había una élite cultural de izquierdas de peso. Uno de nuestros analistas más lúcidos fue Manuel Vázquez Montalbán. Manolo, para los amigos. Leer hoy en día sus artículos, plenamente vigentes, no sólo son un bálsamo para los tiempos que corren sino una guía para entender el presente.

En febrero de 2000, Vázquez Montalbán escribió un artículo en El País con un título casi profético: Hacia el posnacionalismo. Según el autor de Los mares del sur, el neonacionalismo pujolista consolidó su hegemonía social y cultural a raíz del fracaso del socialismo real. Posiblemente, la URSS no fuese el paraíso terrenal del proletariado. Pero su caída provocó, entre otros efectos, la sustitución el imaginario de la lucha de clases por el nacionalismo. En Cataluña el nacionalismo de derechas supo aprovechar la debilidad de la izquierda para integrarla en un nacionalismo interclasista en la forma pero con un componente esencialista muy profundo en el fondo. Algo, como es obvio, ajeno a la tradición internacionalista, laica y republicana de la izquierda. Vázquez Montalbán ya vislumbró con la maestría que le caracterizaba la llegada del posnacionalismo. Del nacionalismo después del nacionalismo. 13 años después de la publicación de su artículo podemos afirmar con rotundidad que el posnacionalismo ha triunfado en Cataluña. Lo ha conseguido con la ayuda inestimable de la izquierda. Con solemnidad y pompa histórica. Como si hubiesen hallado el Santo Grial. Ya sabemos que el nacionalismo siempre se alimentó de cierto romanticismo.

Nacionalistas (re)escribiendo la historia. Peligro. Los nacionalistas de un signo o de otro tienen la costumbre de mangonear la historia a su antojo. La historia buena es aquella que sirve para sus intereses. Si es necesario se la inventan. O la idealizan cual fábula medieval. Leyendo el preámbulo la declaración soberanista aprobada hace unos días por el Parlamento de Cataluña, uno tiene la impresión de no estar leyendo una declaración sobre el legítimo derecho a decidir de los pueblos sino un relato épico sobre las esencias de la nación aderezado con instituciones seculares, cortes medievales y guerras de sucesión. Como si pudiéramos trazar sin más una línea recta entre la Cataluña del siglo XI y la del siglo XXI. Si tanto nos apasiona el ideal caballeresco acudamos a la literatura y leamos el Cantar de Mio Cid o Tirant lo Blanc. Pero dejemos de hacer política pensando en las revueltas nobiliarias de hace diez siglos.

¿Derecho de autodeterminación? Claro que sí. La izquierda siempre ha defendido el derecho de los pueblos a decidir su propio futuro. Recordemos que durante el franquismo muchos comunistas del PSUC, algunos de ellos andaluces, aragoneses o castellanos, se jugaron la vida por defender las libertades de Cataluña mientras la burguesía catalana estrechaba la mano del dictador y se llenaba los bolsillos. Lo que jamás hizo la izquierda fue amparar discursos metafísicos sobre la nación. Aquella izquierda, heredera de la Segunda República y forjada en la lucha contra la dictadura, sabía muy bien cuál era la clase de sociedad a la que aspiraba. Una sociedad que en ningún caso respondía a parámetros identitarios o estéticos sino que surgía de la necesidad de garantizar los derechos más básicos a la población. Luchaban por la plena libertad, la igualdad y la justicia social. Aspiraban a un nuevo catorce de abril.

Pedro Luna Antúnez.