Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

sábado, 3 de marzo de 2012

Memoria histórica


Artículo publicado en Tercera Información.

Ayer en una conocida red social se emplazaba a los internautas a redactar en 140 caracteres las crueldades que se cometieron durante la dictadura franquista. Imposible condensar en tan poco espacio cuarenta años de muerte y represión pensé yo para mis adentros. Sin embargo me vinieron a la mente dos episodios de nuestra historia más macabra. El primero lo describe mi antiguo profesor de historia Bernat Muniesa en su libro Dictadura y monarquía en España. En los días finales de la guerra civil un batallón de milicianos republicanos había logrado escapar del avance del ejército franquista fugándose por el túnel ferroviario de Canfranc, situado en el pirenaico valle del Aragón y que servía de paso fronterizo entre España y Francia. Cuando el mando militar pasó el informe de lo sucedido a su caudillo, éste en un ataque de soberbia e histerismo ordenó tapiar el túnel y que permaneciera así el resto de los días.

El segundo episodio histórico que recordé lo conozco gracias a la memoria familiar. En el pueblo de mis padres y abuelos, Fernán-Núñez, localidad cordobesa situada en el corazón de la campiña, la represión de los vencedores fue especialmente dura y sanguinaria. Hace unos años un historiador local publicó La campiña roja: la represión franquista en Fernán-Núñez, un libro que relataba con detalle la brutalidad con la que se ensañaron las autoridades del nuevo régimen tras ocupar el ejército franquista el pueblo en los últimos días de 1936. Hojeando el libro vemos que el autor quiso abrirlo con una dedicatoria muy especial: “A los fernannuñenses que aún recuerdan a pesar de las políticas del olvido y de las injusticias históricas”. Es cierto, libros como éste u otros tantos no hubiesen sido posibles sin la inestimable memoria colectiva y en algunos casos de la de nuestros familiares más cercanos. Gracias a ellos conozco los nombres e incluso los apodos (“Diente de oro”, “Frasquini” o “El rubio del cine”) de los fascistas que participaron en los fusilamientos en Fernan-Núñez y como luego, y ese es el segundo de los episodios que ayer me vinieron a la mente, estos mismos verdugos parodiaban entre risas y burlas en el bar los gestos de los republicanos al caer muertos.

Las crueldades de la dictadura franquista dan por desgracia para escribir una pila inacabable de libros y artículos, y ni mucho menos podemos limitar el relato de los hechos a 140 caracteres. Por mucho que algunos estén hoy en día empeñados en olvidar o en equiparar a los verdugos con las víctimas, la memoria histórica no conseguirán borrarla de un plumazo porque es algo que transciende más allá de los discursos institucionales o del revisionismo histórico. La memoria histórica está en nuestros padres y abuelos y está muy viva. Tan viva que no la podemos limitar a 140 caracteres.

Pedro Luna Antúnez.

2 comentarios:

Malditochico dijo...

Cuando mi padre tenía siete años, ahora tiene 79, en un pequeño pueblo de málaga llamado Humilladero, mi abuelo, su padre, fue acusado injustamente de intentar levantar una revuelta en el pueblo contra el régimen opresor. Inmediatamente fue apresado.
Mi padre recuerda ir una tarde a su celda a llevarle la merienda con su madre y recuerda estar jugando con el otro recluso que compartía celda.
Esa misma madrugada desde su casa se oyeron los disparos que los fusilaban. Jamás voy a olvidarlo y espero contárselo a mis hijos para que nunca lo olviden. Eso es Memoria Histórica. Espero.
Un saludo Pedro.
Malditochico.

Pedro Luna Antúnez dijo...

Esa es la memoria histórica, amigo. Un abrazo.