Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

domingo, 4 de noviembre de 2012

Sobran manifiestos y catedrales que nos iluminen

Federalistas tan “ilustres” como Carlos Solchaga y Mario Vargas Llosa firman hoy en "El País" un manifiesto de intelectuales y profesionales a favor de una España federal frente la oleada soberanista de Artur Mas. Después de leer detenidamente el texto pienso que se ha desperdiciado una gran oportunidad para confrontar el debate identitario en Cataluña desde una perspectiva federal, republicana y democrática. Eso dicho de manera diplomática. Siendo menos suave diría simplemente que no se enteran. Porque si ése es el servicio que nos prestan los firmantes del manifiesto a aquellos que en Cataluña defendemos un Estado federal, mejor que se abstengan la próxima ocasión. Así lo ha expresado el maestro López Bulla en un breve pero acertado artículo. Un manifiesto que pretendía ser hermano del publicado en Cataluña hace unas semanas no deja de ser un mal remedo del anterior y ya sea por omisión o por desconocimiento de la realidad catalana, tropieza una y otra vez en lugares comunes y en la defensa de un marco político y jurídico que es precisamente donde se halla la raíz del problema.

Primer error. Hablar de federalismo y defender la Constitución de 1978. ¿Acaso proponen los firmantes una monarquía federal?. Ante tal disparate no podemos sino reaccionar con perplejidad y esbozar una sonrisa burlona a la vez. Ya no hay dicotomía posible. España será republicana o no será. Es el único encaje político que puede hacer confluir en un proyecto común a las diferentes realidades nacionales que conforman este país. El manifiesto en ningún momento cuestiona el régimen actual. Ni emplaza a transformarlo. Por no cuestionar, ni siquiera se hace la más mínima crítica a las políticas de recortes sociales del gobierno central del PP ni se rechaza la eclosión del nacionalismo español con el fin de tapar bajo la bandera monárquica la miseria social que padece actualmente España. Como es obvio, tampoco se cuestiona la monarquía. 

Segundo error. Reducir la oleada soberanista en Cataluña a CiU. Es cierto que CiU ha intensificado su perfil más nacionalista en los últimos meses. Lo ha hecho de manera interesada y con el propósito de borrar de un plumazo dos años de gobierno caracterizados por continuos hachazos contra los derechos sociales y los servicios públicos. Ahora bien, nos equivocaríamos si pensáramos que el millón y medio de catalanes que se echaron a la calle el 11 de septiembre eran en su totalidad votantes o simpatizantes de CiU. Artur Mas lo único que ha hecho ha sido subirse a una ola y en cierto modo hegemonizarla. Pero ésa es una ola que lleva años fraguándose desde plataformas y movimientos sociales en Cataluña. Podremos colocarnos una venda en los ojos e ignorar la realidad. Pero la realidad objetiva nos dice que en Cataluña el independentismo ha ganado base social y lo ha hecho al margen de CiU e incluso de los partidos de corte tradicional.

Tercer error. El manifiesto es parcial y recurre en exceso a los clichés políticamente correctos. Aún estando de acuerdo con algunos párrafos me resulta difícil creer la visión tan idílica y paternalista que transmite el manifiesto. Es verdad que desde ciertos sectores del nacionalismo catalán se tiende a engordar el victimismo y se aviva un sentimiento de rencor en contraposición con la supuesta catalanofobia existente en el resto de España. Pero hablemos claro. Tampoco los catalanes son recibidos con globos y serpentinas una vez cruzan el Ebro. Ya se han encargado algunos prohombres del nacionalismo español más rancio de que no sea así. Ahora se trata de traspasar esa perversa red tejida por ambos nacionalismos y desbaratar cualquier atisbo de fomentar el enfrentamiento entre los pueblos. En fin, que sobran manifiestos y catedrales que nos iluminen.

Pedro Luna Antúnez.

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