Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Madrid

Suena esta canción mientras bajo por el Paseo del Prado. Es una mañana gris de domingo aunque de vez en cuando sale el sol tímida y débilmente. Ni rastro de las eternas nubes castellanas. Llego a la Cuesta de Moyano. Hojeo algunos libros, entre ellos un volumen con la poesía completa de Gabriel Celaya en una formidable edición rústica. Pero exige un bolsillo igual de formidable. En las inmediaciones del Parque del Retiro realizo la foto de rigor a la estatua dedicada a Pío Baroja. Es el día de los santos inocentes, precisamente el mismo día que nació el autor de El árbol de la ciencia. Una chica de aspecto frágil con gorro y bufanda de lana parece felicitar al viejo. Es casi mediodía y llamo a L. Suena una voz afable y radiofónica. Nos veremos más tarde. Subo por Fuencarral y pienso en la tarde del día anterior. Cuando J me preguntó por L. Al cabo de unos minutos estoy sentado en la barra de un pequeño bar de la Plaza del Dos de Mayo. De fondo, un jazz plácido y absorbente. En Luchana me tomo una caña en el bar de siempre. Llegan J y luego C. Nos vamos a comer al restaurante de siempre. Cuando pido el café recuerdo que había quedado con L en el metro de Bilbao. Mientras espero pienso en L. L se une a J y C y tras tomarnos los cafés acabamos de nuevo en el bar de Luchana. Hablamos y hablamos con alguna copa por medio. De añoranzas pasadas y sueños futuros. J recibe una llamada de A y queda con ella en Sol. C se retira vencida por un catarro y nos despedimos. Si no conocéis a C, ahí van unos poemas suyos. Siempre le digo que debería escribir más. Nos dirigimos a Sol y L me pregunta por canciones de amor. Y yo añado algunas de desamor. Llegamos a Sol y allí está A. Sorteamos riadas humanas y nos metemos en un bar cerca de la Plaza Mayor. A L le resulto gracioso y distendido. Bebemos un buen vino, o al menos a mí me lo parece. Pero es tarde y hace frío. Primero me despido de J y A. Me preguntan cuándo volveré. Pero no lo sé. Quién sabe. Luego me despido de L en Sol. Subo por la Calle del Carmen y al llegar a la Gran Vía suena esta canción.

Pedro Luna Antúnez.