“Allende no se rinde, milicos de mierda”. Cuentan que esas fueron las últimas palabras que pronunció Salvador Allende segundos antes de pegarse un tiro en la barbilla con un fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Eran cerca de las doce del mediodía y la aviación del ejército golpista bombardeaba sin cesar la Casa de la Moneda. Aquellas fueron las últimas horas de la Unidad Popular chilena, un frente unitario de izquierdas que alcanzó el gobierno tras ganar las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970. Hoy se cumplen 40 años de un golpe de Estado que supuso el fin de uno de los últimos grandes gobiernos progresistas de la historia. En el recuerdo, nombres como Salvador Allende, Víctor Jara y Pablo Neruda, cuyos discursos, canciones y poemas hicieron que desde hace 40 años llevemos a Chile en el corazón. De aquel Chile que como la España republicana expiró por la brutalidad de las armas. Hoy, 11 de septiembre, conmemoramos una derrota. Nuestra derrota.
Salvador Allende pronunció su último discurso al pueblo chileno pasadas las diez de la mañana en Radio Magallanes, única emisora gubernamental que no había caído en manos de los golpistas. En la madrugada del 11 de septiembre el ejército sublevado ya había tomado Valparaíso, ciudad costera a unos 120 km de Santiago de Chile. Cerca de las nueve de la mañana, las emisoras de la reacción radiaban la primera proclama golpista en la que se instaba a Salvador Allende a rendirse y a desalojar La Moneda antes de las once. De lo contrario, el palacio presidencial sería tacado “por tierra y aire”. “Yo no abandono La Moneda ni me rindo. De acá sólo podrán sacarme muerto” expresó Salvador Allende a unos de sus colaboradores. El último discurso de Salvador Allende es un monumento a la integridad humana y pone de manifiesto la talla moral de un hombre que fue leal a su pueblo hasta el último suspiro de su vida. “La historia es nuestra y la hacen los pueblos” afirmó el presidente en aquella alocución. Jamás tan pocas palabras significaron tanto.
A Víctor Jara lo condujeron el 12 de septiembre al Estadio Chile. Durante cuatro días sufrió innumerables torturas y humillaciones. “Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda” le espetó un oficial del ejército nada más percibir la presencia del cantautor. En esos días escribió un último poema: Somos cinco mil. A Víctor Jara lo asesinaron el 16 de septiembre tras ser acribillado por 44 balazos. Horas antes le habían destrozado las manos con la culata de un fusil. No acallaron su voz. Para los que crecimos escuchando a Víctor Jara, sus canciones forman parte de la banda sonora de nuestras vidas. Esos milicos de mierda no lograron acallar su voz.
Pablo Neruda padecía una frágil salud desde comienzos de 1973. En febrero había renunciado a su cargo como embajador de Francia, agravándose su estado tras el golpe militar. Falleció el 23 de septiembre y dicen que fue a causa de un cáncer de próstata. Días después los militares saquearon su casa e incendiaron sus libros. Su amigo Rafael Alberti escribió el poema A Pablo Neruda, con Chile en el corazón tras conocer la muerte del poeta chileno. Un acto de generosidad poética entre hermanos: Pablo Neruda, testigo de la guerra civil española, había escrito en 1937 un desgarrador poemario titulado España en el corazón. 36 años después, el fascismo tampoco lograría acallar su voz ni borrar sus poemas.
Hace diez años La Insignia publicó un especial sobre los 30 años del golpe militar en Chile. Las palabras de Pablo Neruda, Rafael Alberti, Carlos Orellana, Arnaldo Pérez Guerra, Octavio Paz, Salvador Allende, Gladys Marín, Beatriz Allende o Jesús Gómez Gutiérrez me han servido de guía para escribir sobre la derrota del 11 de septiembre. La de Salvador Allende y la Unidad Popular de Chile. La nuestra. Esas mismas palabras que me han servido para sentir, una vez más, a Chile en el corazón.
Pedro Luna Antúnez.
Sin remedio
Hace 3 meses