La izquierda debe echarse a la calle. Claro que sí. Pero no al compás ni a rebufo de los titulares de la prensa del sistema. Ser cooptados por el proceso constituyente de las oligarquías eternas es un riesgo que corremos, especialmente cuando seguimos pensando más en clave electoral que de ruptura con la cultura política de la transición. Porque el problema no es la corrupción; es el Régimen. Porque el problema no es que hayan o no elecciones anticipadas. Las elecciones son una estafa derivada de un sistema electoral que es uno de los mayores fraudes democráticos de aquella transición modélica que treinta y cinco años más tarde vemos que no era tan modélica. El problema, en definitiva, es la pervivencia de un Régimen que ha adoptado diferentes ropajes durante siglos y que aspira a un nuevo reparto del pastel. Quizás nos dejen algunas migajas.
Nos seducirán con lisonjas y sondeos electorales. Nos dejarán las migajas por el camino como en un cuento de los hermanos Grimm. Pero solo hay dos caminos: reforma o ruptura. La reforma significa gestionar las migajas del Régimen, y ese escenario es invariable, ya sea con 11, 40 o 60 diputados. La ruptura significa la construcción de un nuevo modelo de sociedad, significa recuperar aquel paréntesis democrático que representó la República de 1931, y significa soltar lastre con un Régimen que ha abocado a millones de personas a una miseria estructural. Hoy, a 224 años de la toma de la Bastilla en la Francia revolucionaria, nosotros debatimos el inicio de un proceso constituyente que nos conduzca a la libertad. Llevamos más de dos siglos de retraso. Solo espero que en esta ocasión sepamos elegir bien nuestro camino.
Pedro Luna Antúnez.