Barcelona, 10 de marzo, domingo por la
mañana, manifestación convocada por la Cumbre Social. Un liberado dosmileurista
se pregunta dónde están los seis millones de parados. Otro liberado, en este
caso tresmileurista, le contesta que siempre se echan a la calle los mismos.
Que aún así, volverán dentro de seis meses porque ellos llevan indignados toda
la vida. No como otros. Pues eso, volverán. O volveremos. Volveremos a
manifestarnos por el centro de la ciudad. En defensa de un Estado del bienestar
que ya no existe y a favor de unos servicios públicos que han sido
privatizados. En contra del paro y de la corrupción. Si lo hubiésemos dejado en
una manifestación “contra el Régimen” habríamos matado a tres pájaros de un
tiro. Pero ni con esas. Volveremos a enarbolar nuestras banderas de plástico y
volveremos a exigir la convocatoria de un referéndum. O la reanudación del
diálogo social. Es nuestra cumbre social, la que se abre a los nuevos
movimientos sociales. Ja. Volveremos a pasearnos. No a cuerpo; pues ni vivimos
ni anunciamos algo nuevo. Volveremos a caminar a paso de procesión; como los
beatos de misa diaria. Es la manifestación de los fieles. La del club. Un paseo
de tres cuartos de hora. Luego volveremos a tirar las banderas de plástico en
la primera papelera que veamos. Volveremos a tomarnos unas cañas. Volveremos a
casa con algo de prisa. Es domingo y toca paella. Volveremos el lunes al
trabajo y a la vuelta volveremos a ver las colas en el comedor social, a
escasos metros de la sucursal de una entidad bancaria. De la misma que
desahucia y deja sin hogar a los que hacen cola. Volveremos a pensar en clave
de 2007. Volveremos a reproducir las luchas de poder de los últimos treinta y
cinco años cuando hoy la única división real es quién es régimen y quién no.
Volveremos a creer que seguimos viviendo en una democracia y que los
trabajadores siguen disfrutado de los derechos sociales que nuestros mayores
consiguieron tras años de luchas ejemplares. Volveremos a proponer nuevos
modelos productivos y políticas industriales activas. Como un disco rayado.
Volveremos a naufragar cuando suban las mareas; esas mismas mareas que nos
pasarán por encima, arrolladoras, importantes, poderosas. Las mareas incrustan
la arena en la roca. Agrietan los diques de contención del Régimen. Volveremos
a afirmar que no vivimos tiempos de revolución sino de resistencia. Pues
sigamos resistiendo hasta que nos comamos las cáscaras de los plátanos.
Volveremos a exigir una reforma constitucional. La piden incluso aquellos que
no se han leído El Gatopardo. Lampedusianos sin saberlo. Volveremos a hacer
grandes análisis de la realidad. De nuestra realidad, claro. No de la realidad
de los que se quedan sin casa. Sin curro. Sin futuro. No de la realidad de la
periferia, de la que vive bajo el umbral de la pobreza. De la que busca comida
en los contenedores de basura. Esa realidad no. No vaya a ser que lleguemos a
una conclusión incómoda: que en pocos años el Capital se ha cargado décadas de
conquistas sociales. Quizás así despertemos del prolongado sueño de la
socialdemocracia y caigamos en la cuenta de una verdad irrebatible: donde antes
habían derechos ahora sólo hay precariedad y donde antes existía una clase
obrera ahora existen miles de clases obreras desestructuradas que subsisten
algunas de ellas bajo condiciones de extrema pobreza. Pero cuando caigamos en
la cuenta, volveremos. Esta vez sí. Y seremos millones.
Pedro Luna Antúnez.
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