viernes, 29 de marzo de 2013

Memento mori

Hace unos días leí un magnífico relato de una escritora amiga: Lilian Elphick. Pensé en el inexorable paso del tiempo y en la fugacidad de la vida como píldoras literarias. Como bocados de realidad. Hace 3.000 años un predicador ya nos previno que en este mundo todo es vanidad. Hace 2.000 años los generales victoriosos de Roma desfilaban por la capital del imperio como héroes homéricos. Eran casi inmortales. Pero la advertencia que un esclavo les susurraba al oído durante el desfile triunfal; Respice post te. Hominem te memento ("Mira tras de ti, recuerda que eres un hombre") servía para recordarles que tal grandeza era solo efímera y que el día de mañana estarían criando malvas.

De las glorias pasadas a las miserias presentes. El azar ha querido que el primer corralito del nuevo orden haya coincidido con el inicio de la semana de pasión. Como hace veinte siglos, los césares de hoy se pasean por las tierras conquistadas como poderosos y engreídos caudillos militares sin el menor atisbo de mesura ni austeridad. La austeridad es para los de abajo; para los olvidados de la historia; para aquellos que jamás alcanzarán al pedestal de la victoria y la inmortalidad. Pero como hace veinte siglos, llegará el día en que nosotros, los de abajo, recordaremos a los de arriba que a pesar de sus tristes triunfos, su poder no es más que una ilusión. Les recordaremos que ellos también sufrirán y que finalmente, morirán.

Pedro Luna Antúnez.

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