Cuando a las 5.30 de la mañana me acomodo en el coche para ir al trabajo lo primero que hago es conectar el Radio-CD y zambullirme durante un breve instante en una música etérea y sublime, de cadencias casi volátiles, sutil y vaporosa. Es una música procedente de un mundo poblado por seres mitológicos que hablan un lenguaje inventado llamado
hopelandish, una jerga de los brumosos bosques de los fiordos islandeses, un mundo ajeno a las turbulencias modernas y a las crisis cíclicas de la economía mundial. Durante unos pocos minutos gravito en la música de
Sigur Rós hasta que las manecillas del reloj, como siempre tan inoportunas y caprichosas, me devuelven al mundo real y al trajín de siempre. No vaya a ser que llegue tarde al trabajo.
Pedro Luna Antúnez.