En ese guión establecido sorprende que desde los sindicatos apenas se analice una realidad social que por sí sola puede condicionar el éxito o no de una huelga general. Igual más de uno se sorprende pero resulta que no todos los trabajadores cobran 1.500 euros mensuales. Ni siquiera la mitad. Son millones los trabajadores que aún apoyando la huelga no pueden hacerla. En primer lugar porque perder el salario de un día puede provocar que dejen de pagar el alquiler de su vivienda o que pasen hambre. En segundo lugar porque sobre ellos pesa la losa del despido sólo por el mero hecho de ejercer el derecho a la huelga. No es un fenómeno nuevo. Uno de cada cuatro españoles viven bajo el umbral de la pobreza. Pero no sólo los desempleados sufren condiciones de miseria y penuria. Por ello es necesario repensar la huelga general desde un punto de vista organizativo.
Se echan en falta voces que hablen de recuperar las cajas de resistencia sindicales. Muy pocos o casi nadie lo han hecho salvo honrosas excepciones. La de Don Jesús, por ejemplo, quien posee el don de la anticipación. Ahora bien, la pelota está en el tejado de las direcciones sindicales y son ellas las que tienen que dar el paso. De lo contrario se correría el riesgo de desvirtuar una herramienta tan poderosa como es la huelga general. Aunque sólo sea por evitar situaciones profundamente injustas no podemos caer en el error de no saber diferenciar entre un trabajador que se presenta en el piquete de la empresa con su Audi A3 dispuesto a trabajar “porque le sale de los cojones” y una cajera del Día que no hace huelga coartada por el régimen laboral de semiesclavitud al que está sujeta. En el primer caso un insulto como el de “perro esquirol” forma parte del juego. Sin embargo, observar en el segundo caso como alguien con trabajo fijo y un salario medio de 1.900 euros mensuales le dedica tal ofensa a una cajera con contrato eventual que gana 600 euros mensuales es cuando menos sonrojante.
Sería preciso que de cara a próximas huelgas, ya sean generales o sectoriales, alguien proponga saltarse el guión de las anteriores. No podemos dejar desamparados a millones de trabajadores y esperar de ellos un acto de martirio y heroísmo. Quizás la solución radique en hacer progresivas las cuotas de afiliación sindical según el nivel de rentas u organizar campañas de financiación colectiva para crear un fondo de resistencia que llegada la convocatoria de una huelga sirva para aliviar las extremas dificultades que padecen los más precarios. Por lo menos cabe esperar la solidaridad de aquellos que disfrutamos de una situación laboral más digna y estable. Esa es la idea, compañeros.
Pedro Luna Antúnez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario