sábado, 20 de octubre de 2012

Como decíamos ayer

Los sindicatos han convocado oficialmente una huelga general para el próximo 14 de noviembre. Era de esperar y así lo intuíamos desde hace algunas semanas. Es la huelga europea, o mejor dicho, la huelga de los países más maltratados por las políticas de jarabe de palo aplicadas por el triunvirato formado por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. La huelga se realizará al unísono en España, Portugal, Grecia, Malta y Chipre. En paralelo, se organizarán movilizaciones en otros tantos países del sur de Europa como Francia e Italia. Como decíamos ayer, era y es preciso internacionalizar el conflicto. El éxito de experiencias como la del movimiento “Global Noise” del pasado 13 de octubre han puesto de relieve la necesidad de coordinar las luchas a mundial. Ahora es el turno del movimiento sindical. Quizás éste sea el primer paso. Esperando, eso sí, que a las próximas batallas se sume la izquierda sindical y política de los países del norte. Seguir aferrándose a las viejas fronteras del Estado-nación y limitar la acción política a las mismas denotaría que la izquierda que en su día fue modelo para el conjunto de la socialdemocracia europea, hoy peque de ombliguismo y no entienda las dimensiones reales de una crisis que si bien hoy golpea con dureza a los trabajadores del sur mañana lo hará con los del norte.

Lo decíamos ayer. Cabe suponer que en Cataluña la huelga general tenga un doble efecto. Como eje vertebrador contra los recortes y como acicate para insuflar aires renovados en la campaña electoral catalana con el fin de acentuar el componente social. Parece que algunas sensibilidades en el seno de la izquierda catalana empiezan a asomar la cabeza y a cuestionar una deriva nacionalista que está alcanzando ribetes irracionales. Hace unos días se presentó el manifiesto por una “Cataluña federalista y de izquierdas”, un texto mejorable en el contenido pero necesario en cuanto al mensaje. Ahora bien, sería saludable y conveniente no caer en el frentismo que otros fomentan interesadamente a ambos lados de la orilla. Tal y como expresa el propio manifiesto, Cataluña ha de seguir articulándose como “un solo pueblo”. Un pueblo con diversas realidades políticas, culturales y lingüísticas pero sin menoscabo del bien más preciado: la cohesión social.

Un último apunte. La huelga general llega en un momento de regresión en materia de libertades. La libertad de expresión y el derecho de manifestación sufren cada día la coacción permanente del poder político y económico. Los de arriba se han despojado de los falsos ropajes democráticos y no están dispuestos a admitir la más mínima crítica o protesta ciudadana. La caza de brujas contra los movimientos sociales o más recientemente, la pretensión gubernamental de prohibir la grabación de imágenes de las actuaciones policiales en manifestaciones hacen vislumbrar que al Estado de derecho le quedan tres telediarios. Frente a ello, nuestra respuesta ha de ser perseverante. Recordemos sino a Fray Luis de León. Pasó cinco largos años de su vida en las cárceles de la Inquisición por traducir a lengua vulgar el “Cantar de los cantares”. Sin embargo, ni la censura ni los años de penuria amedrentaron al clérigo castellano. El día que volvió a su cátedra de la Universidad de Salamanca comenzó la clase como en él era habitual. Con temple sereno y orgulloso exclamó: “como decíamos ayer”. Un buen ejemplo de entereza el del autor de la oda a la “Vida retirada”.

Pedro Luna Antúnez.

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