martes, 21 de diciembre de 2010
Los privilegiados
Adjunto artículo que he redactado para el número de diciembre-enero de Nou Treball.
“Cuando nos aprendimos las respuestas nos cambiaron las preguntas”
Mario Benedetti. Poesía con los jóvenes.
Decía el vicepresidente primero y portavoz del gobierno central Alfredo Pérez Rubalcaba el pasado 8 de diciembre que ya era hora de “desmontar el edificio de privilegios que tiene montado un colectivo que ha adquirido un poder que les hace echar pulsos de vez en cuando ya no al Gobierno sino al Estado y a los españoles”. Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Alfredo Pérez Rubalcaba. Creo que es muy necesario cortar con los privilegios que tanto atenazan el bienestar del conjunto de la sociedad española. Por ejemplo, me parece deleznable que en plena crisis el banquero Emilio Botín haya ganado 60 millones de euros, que el BBVA obtuviera el año pasado unos beneficios de 5.260 millones de euros, que el anterior consejero delegado del BBVA, Ignacio Goirigolzarri, se jubilara con una pensión superior a 50 millones de euros o que las SICAV disfruten de importantes ventajas fiscales al tributar al 1% en el Impuesto sobre Sociedades. Sin duda, estoy de acuerdo con Alfredo Pérez Rubalcaba. Hay que cortar de raíz los privilegios de unos pocos. Y no sólo habrá que acabar con los privilegios de los banqueros sino también con los privilegios de las multinacionales, de los especuladores, del sistema financiero, de los grandes capitales que defraudan al Estado o de los directivos con salarios multimillonarios.
Sin embargo, el portavoz del gobierno no se refería a los privilegios de la Banca o de las multinacionales sino al colectivo de los controladores aéreos. De sobras es conocida la situación de conflictividad laboral que estalló en los aeropuertos españoles el 6 de diciembre coincidiendo con el inicio del puente de la constitución. Tanto el gobierno como los medios de comunicación trataron el tema desde el punto de vista de las consecuencias y el impacto económico que acarreaban el conflicto. En consecuencia, se omitieron las causas y las raíces del problema, definiendo al conjunto de los controladores aéreos como un colectivo elitista y privilegiado que obraba por capricho y sin razones aparentes más que por su codicia. Si bien es cierto que la acción de los controladores supuso un gran perjuicio económico y familiar para miles de ciudadanos que se vieron afectados sin saberlo con un paro imprevisto, el conflicto es algo más complejo y merece un análisis más objetivo y sereno.
El enfoque sensacionalista de los medios de comunicación ha distorsionado en extremo la comprensión de un conflicto laboral que viene de lejos y que ha puesto de manifiesto hasta que punto han surgido nuevas realidades laborales en el contexto de la continua fragmentación de la clase trabajadora. Nuevas realidades que se han desarrollado al margen y sin la tutela de los sindicatos de clase, más orientados hacia la defensa de la clase obrera clásica de origen fordista, hecho que provocado el intenso corporativismo en las demandas laborales de unos trabajadores bien situados económica y socialmente. Es por ello que las estrategias de lucha de los controladores distan y chocan tanto de los códigos tradicionales del sindicalismo confederal. El caso es que, justificadas o no esas luchas, el sindicalismo tradicional no ha tenido la habilidad necesaria para adaptarse a esas nuevas realidades que coexisten en el actual mercado de trabajo.
Como bien apunta Miren Etxezarreta en un artículo reciente sobre la crisis de los controladores aéreos, “los privilegios de los controladores no hacen intolerable que éste colectivo de trabajadores luche por sus derechos”. Y efectivamente es de esperar que así lo hagan cuando han pasado de tener un calendario laboral de 1.200 horas a uno de 1.760 horas y cuando les han impuesto que las horas de baja no se computen como parte de la jornada de trabajo. Como bien sabemos, la respuesta del gobierno central fue la de militarizar los aeropuertos españoles marcando un precedente peligroso al tener que recurrir al ejercito para sofocar un conflicto laboral. Creo que desde la izquierda y desde el movimiento sindical de clase no podemos vacilar ni un instante a la hora de condenar la actitud de un gobierno rendido a los poderes económicos porque en realidad lo que está en juego no son tanto los privilegios de un colectivo determinado de trabajadores sino la destrucción del propio Estado del bienestar.
Está en juego la privatización de AENA y la de los servicios públicos, así como un nuevo diseño laboral en la función pública dirigido a cargarse la estabilidad y la seguridad en el empleo, ligándolo a la productividad y al rendimiento del trabajador. Hoy han sido los controladores y mañana quien sabe, serán el resto de trabajadores que sean tachados de privilegiados, aquellos que por ejemplo disfruten de un mes de vacaciones pagadas o tengan un contrato indefinido. Lo pudimos ver en el conflicto de los controladores aéreos. Las escenas de grupos de trabajadores clamando y exigiendo el despido de otros trabajadores presupone que la táctica del “divide y vencerás” podría hallar cierto eco entre la clase trabajadora. Sería uno de los efectos más dramáticos de una crisis económica y de valores que no sólo persigue desmantelar los derechos laborales y sociales sino exterminar cualquier atisbo de solidaridad de clase.
Pedro Luna Antúnez.
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