miércoles, 22 de octubre de 2008

Entre la realidad y el deseo


El pasado 24 de septiembre José María Fidalgo confirmaba durante la celebración en el Hotel Ritz de un debate organizado por el Foro de la Nueva Sociedad su decisión de volver a presentarse a la reelección como Secretario General de CCOO. Sorprende o cuando menos resulta curioso el escenario escogido por José María Fidalgo para anunciar su candidatura a la secretaría general de un sindicato de clase. Sin embargo, en los últimos años la deriva aséptica y “apolítica” de la dirección del sindicato ha propiciado un desmarque apreciable tanto en las formas como en el contenido del imaginario tradicional de CCOO como sindicato sociopolítico y de clase. Ello unido a la profunda crisis económica que atraviesa el país hace que los próximos congresos del sindicato, desde el ámbito comarcal hasta el confederal, se presenten como una buena oportunidad para debatir y corregir un modelo sindical basado en una concertación social a la defensiva y a nivel interno en la transformación del sindicato en una gran entidad gestora cada vez más profesionalizada pero al mismo tiempo más alejada de la afiliación y de los propios orígenes de la organización.

Desde el inicio el proceso congresual en CCOO se ha teñido de una incesante rumorología respecto a la posible presentación de una candidatura alternativa a la del actual Secretario General. Situación inédita si tenemos en cuenta que la supuesta propuesta de renovación procedía de una parte del mismo sector oficialista del sindicato. Pero como bien escribió un afamado autor castellano del siglo XVII, “la vida es sueño y los sueños, sueños son” y la posibilidad de propiciar un giro en el rumbo sindical de CCOO se ha desvanecido a la vez que se le ha despejado el camino a José María Fidalgo en su carrera por repetir cuatro años más al frente del sindicato. Así pues, las contradicciones internas en el seno de la mayoría oficialista no han supuesto a la postre poner en tela de juicio la continuidad de un proyecto sindical aunque se haya evidenciado la complejidad actual de las relaciones internas en CCOO a causa de la ruptura de los equilibrios históricos entre federaciones y territorios así como entre territorios y el confederal, esencialmente, por la distribución y el reparto de los recursos económicos.

En este sentido, la impugnación a la Comisión de Garantías del IX Congreso de la CONC por parte de José María Fidalgo ha puesto de manifiesto hasta que punto las diferencias respecto al modelo organizativo podrían haber condicionado los acuerdos congresuales y con ello el porvenir del sindicato. La impugnación del congreso de la CONC provocó una guerra evitable entre la dirección de Vía Laietana y la confederación, convirtiéndose en apariencia en un debate sobre la cuestión nacional y sobre el encaje de la CONC en la estructura confederal. La razón esgrimida por José María Fidalgo aludía a que el congreso de la CONC había de celebrarse con posterioridad al congreso confederal y no antes, tal y como establece el artículo 27.6 de los estatutos de la confederación y el calendario congresual aprobado por el Consejo Confederal en marzo de 2008. Aún así, cabe recordar que el congreso de la CONC tradicionalmente siempre se ha celebrado antes del Congreso Confederal y que tal excepcionalidad se había convertido en algo corriente y asumido en el sindicato a fin de garantizar los equilibrios históricos a los que nos referíamos en líneas anteriores. Finalmente, la Comisión de Garantías resolvió a favor de la CONC al declararse incompetente en el litigio y con el voto en contra de los miembros más “fidalguistas” de la comisión, detalle significativo éste último y que revela que el problema aún sigue existiendo.

Pero al margen de puntuales divergencias por la hoja de ruta organizativa del sindicato o por la configuración de los órganos de dirección, los congresos han de servir para contrastar modelos sindicales, es decir, el debate de las ideas por encima del debate orgánico. Porque sería frustrante que una vez más el debate ignorase las cuestiones que verdaderamente preocupan a la clase trabajadora y a la afiliación del sindicato y se centrara en los aspectos meramente organizativos e internos. No era ese precisamente el objetivo del nuevo modelo congresual del sindicato, presentado como una oportunidad para acercar la afiliación a los procesos congresuales y alentar su participación en los diferentes niveles tanto de debate como de elección de delegados. Una estructura “de abajo a arriba” que no ha consolidado la aproximación de los afiliados al sindicato y que lejos de activarla ha dispersado a la misma afiliación al articular el proceso separando la fase deliberativa de debate de los documentos de la fase electiva de elección de delegados. Seguramente se haya producido una participación algo más elevada en las asambleas de elección de delegados pero ¿de qué nos sirve si previamente la afiliación no ha sido parte activa en el debate sobre el modelo sindical?.

Recientemente, Agustín Moreno diagnosticó en una conferencia de la Fundación Sindical de Estudios que “existían síntomas de enfermedad en el sindicalismo actual”, no sólo en CCOO sino en el resto de organizaciones sindicales. Se refería a la falta de renovación en las direcciones sindicales, a la incapacidad por representar a los nuevos colectivos de trabajadores/as, a los escasos avances en la negociación colectiva con el gobierno y la patronal o a un exceso de institucionalización. Realidades objetivas que no han hecho sino quebrar la imagen y la propia credibilidad de los sindicatos. Es por ello que es necesaria una profunda regeneración del sindicato, un cambio que ha de cimentarse en la participación real de la afiliación, en la recuperación de la democracia sindical y en una estrategia sindical a la ofensiva en cuanto al dialogo social, asegurando el perfil sociopolítico y reivindicativo del sindicato. En definitiva, se trata de impulsar la reconstrucción del sindicato como la herramienta colectiva más eficaz y válida a la hora de defender los intereses sociales y laborales de la clase trabajadora.

Pedro Luna Antúnez.

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