lunes, 5 de noviembre de 2007
Cine de autor
Estos días los he aprovechado para visionar de nuevo El sur y El espíritu de la colmena, las dos películas de Víctor Erice, ya sabéis, ese director serio y austero, un poco anacoreta, el J.D Salinger del cine español, un ermitaño con barba que jamás se dejará entrevistar por los del CQC, pero tampoco por el Punset o el Antonio Gasset. No le interesa ni la farándula ni la frivolidad del mundo moderno. Él en casa con su mujer Adelaida. Como en sus películas, refugiado en una casona entre la bruma y el aullido de los lobos, una casa como la del doctor Agustín, con su veleta oxidada y sus grandes ventanales. Lánguida y trágica posguerra, la maestra represaliada que hace punto y escucha a Schubert, el ovillo de lana rodando por el suelo, poesía en tonos sepia, romanticismo y tradición, la vieja biblioteca y las obras completas de Montaigne y Unamuno, lejos, muy lejos de la capital de provincias, del cine de barrio, del teatro y los cafés, lejos de los vencedores, caínes sempiternos. Victor Erice vendría a ser nuestro Bergman, bueno, podría ser también Truffaut o Godard, un intelectual del séptimo arte que lee los Cahiers du cinéma y se cartea con colegas tan sabihondos como él.
A mi no me gusta ni Almodóvar ni Amenábar y tampoco Aranoa, ese cine español que traspasa fronteras. En cambio sí me gusta Víctor Erice. Su cine, introspectivo y casi azoriniano, hurga en la belleza de lo cotidiano y en el lento transcurrir de la vida, en ese país llamado infancia, en nuestra memoria más recóndita y en la metáfora más sutil y precisa, en la poesía de un paisaje árido y seco, en el lenguaje del susurro y en nuestros temores, en esa España de posguerra, miserable y derrotada emocionalmente, en el exilio interior, en la soledad y en el desasosiego humano. Un cine que ningún otro director español ha conseguido igualar. Gente como Julio Médem o Montxo Armendáriz e incluso Garci han pretendido emular al maestro y aún obteniendo resultados más o menos favorables no han alcanzado la hondura poética de la obra de Victor Erice. Tal y como está hoy en día el cine español, véase El orfanato, no nos queda otra que recurrir a los clásicos y Víctor Erice que lo es, se nos presenta como una referencia ineludible. O al menos eso pienso yo.
Pedro Luna Antúnez.
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