jueves, 20 de septiembre de 2007

Mi sublime jacobino


"Hay en mis venas gotas de sangre jacobina". Antonio Machado.

Hoy en día es muy frecuente utilizar el término "jacobino" de manera despectiva. En Cataluña, la clase política nacionalista lo hace para desprestigiar al contrario cuando éste demuestra poco afecto por el "hecho diferencial" o anda más preocupado por el salario mínimo interprofesional que por la selección catalana de Korfbal que en octubre disputará el mundial. Ser acusado de jacobino es lo peor, pasas a ser un centralista muy malo y un golfo, un españolista peligroso y amigo de las bayonetas. Y yo me pregunto, ¿por qué tal injusticia histórica? ¿O quizás sea una ignorancia más bien supina la que nos guía a decir tonterías?

En mi opinión la palabra "jacobino" guarda bellas connotaciones, me remite a la revolución popular, a la república virtuosa y democrática, a la abolición de la esclavitud, de los privilegios feudales y eclesiásticos, a políticas sociales y a la educación gratuita. Sí, también los jacobinos me remiten a la guillotina y al terror pero ¿qué entendemos por Gran Terror jacobino? La sangre azul corría a borbotones por el viejo empedrado de París mientras el pueblo soberano, feliz e hilarante ante tan supremo espectáculo de clase clamaba justicia y se volvía turuleta de alegría. Uy, qué miedo.

"Todo Rey es un rebelde o un usurpador" decía Saint-Just. Frente a los jacobinos, el viejo orden, la burguesía consevadora y la derecha reaccionaria. "Izquierda" y "derecha" son conceptos heredados del duelo entre jacobinos y girondinos y los primeros eran la izquierda, los montañeses que estaban situados a la izquierda en la parte más elevada de la Asamblea Nacional. Pasa que la Historia vapulea a los perdedores y en ocasiones pervierte el lenguaje, no en vano, doscientos años después, a Robespierre le pasan por la izquierda el aristócrata Rafael Casanova y La Caixa. Llámenme jacobino.

Pedro Luna Antúnez.

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